Venezuela y sus Fantasmas
Cada nación tiene su fantasma. Cada sociedad, su estigma. Son manchas indelebles. Errores que no perecen. Cruces que, aunque pase el tiempo, no dejan de pesar.
Alemania tiene el nazismo, Rusia el comunismo y España el franquismo. La lista podría seguir así y tal vez nunca terminaría, pues ningún país se ha salvado de esas épocas en las que el civismo es asesinado por el totalitarismo y la población es violada sistemáticamente por los amantes del poder.
Estas épocas trágicas generan traumas colectivos y fracturan para siempre los imaginarios nacionales. Es por eso que tienen la fuerza de partir la historia y de establecer un antes y un después. Luego de esto, evidentemente, ninguna sociedad vuelve a ser la misma, sino que, por el contrario, renacen constituyendo un nuevo camino que los aleje de lo sufrido y los enrumbe hacia la reconstrucción.
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El General Marcos Pérez Jiménez junto a su cúpula militar |
En Venezuela, hasta no hace mucho, el fantasma nacional se llamaba Marcos Pérez Jiménez. Se trató de un personaje perverso y violento de corte derechista que llegó al poder a través de unas elecciones muy cuestionadas e hizo del país su negocio personal.
Durante 5 largos años gobernó el país y aprovechó el boom petrolero que estaba en todo su esplendor. Utilizó parte del dinero para hacer grandes obras de infraestructura que hasta hoy perviven; sin embargo, más allá de eso, Pérez Jiménez es recordado por abolir el estado de derecho y por perseguir, torturar y asesinar a todos sus adversarios, en especial a los izquierdistas, cuyos partidos fueron ilegalizados y clausurados.
Tras su caída, llevada a cabo el 23 de enero de 1958, gracias a la presión de una junta militar, la derecha venezolana, sin importar sus diferentes posiciones, quedó sepultada. El horror de la dictadura se transformó en un estigma de tal envergadura para la derecha venezolana que todos los partidos que iniciaron la era democrática, tras la firma del polémico Pacto de Punto Fijo, se encargaron, por todas las vías posibles, de desvincularse de esa corriente.
El término “derecha” o “ser de derechas” llegó a tener una connotación tan negativa que empezó a utilizarse como insulto e incluso sufrió una especie de censura en todos los escenarios por considerarse moralmente incorrecto. De esa manera, el escenario político se pobló de posturas de centro y centro izquierda, y la población terminó por banalizar las tendencias totalitarias de la extrema izquierda.
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Hugo Chávez durante su victoria electoral en 1998 |
Así, en 1999 llega al poder, comandada por Hugo Chávez, la Revolución Bolivariana.
Dicho proceso político pretendía eliminar de una vez por todas las secuelas del fantasma Pérezjimenista que aún sacudía a una Venezuela golpeada económica y políticamente. Sin embargo, solo fue cuestión de tiempo para que los nuevos mesías rojos que prometían curar las profundas heridas del pueblo venezolano, terminaran causando un desastre aún peor e imponiendo un estado autoritario aún más perverso.
La Seguridad Nacional, temida policía política de Pérez Jiménez, fue sustituida por el SEBIN; la isla Guasina, campo de concentración utilizada para torturar a los izquierdistas, fue reemplazada por El Helicoide y la siniestra cámara subterránea denominada La Tumba; y represiones estudiantiles del año 1957, fueron sustituidos por los 43 fallecidos de las protestas en 2014 y los 157 fallecidos de las protestas en 2017.
Aunque distanciadas en tiempo y en ideologías, ambas dictaduras, vestidas las dos de verde militar, llegaron con aires reivindicativos, promoviendo cambios estructurales y prometiendo avances en todos los sectores. Sin embargo, tanto la primera como la segunda, terminaron ahogando a aquellos que pretendían salvar y convirtieron el respaldo popular que un principio se les dio en una excusa para realizar todo tipo de ilegalidades y perpetuarse en el poder.
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Nicolás Maduro en ejercicios militares durante el 2019 |
Hoy, como se podrá entender, el fantasma que persigue y aterra a la sociedad venezolana ya no es el mismo. Hoy, por el contrario, se trata de uno que ni siquiera ha logrado entender que su tiempo ha terminado y que es hora de permitirles a los vivos regresar a la vitalidad. Hoy ya no es la derecha la que se sataniza, sino que es la izquierda y todas sus ramificaciones las que se ven con pavor y desconfianza. Hoy el fantasma no lleva gafas, sino que lleva bigotes.
La historia ha demostrado que mientras más largas son las dictaduras, más poderosos son sus fantasmas. Por ende, mientras más tiempo dure el régimen bolivariano en aceptar su fin, más profunda será la fosa de su ideología y de toda la izquierda venezolana en general.
Venezuela y sus Fantasmas
Reviewed by Jdhsosa
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noviembre 04, 2019
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